Golpeo las puertas de una casa vacía
preguntando por alguien que nunca existió.
Quiero formar parte del jardín de aquella casa
y debo conformarme con ser, el hombre más pequeño del mundo.
Comparto mis sentidos con esa gente que mira y sigue
y esta mujer,
que cansada y herida,
se sentó sobre el cordón de la vereda
y todavía yace allí desprotegida.
Le acaricio los años y la frente
mientras le doy cura y la consuelo.
JOSÉ LUIS PÉREZ MOSQUERA
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