Huang, discípulo del famoso Tse-Liu, le dijo así: “Maestro, tengo hambre”. Éste contestó que él era maestro de sabiduría, no de cocina, y que además esa era una manifestación indigna de un alma libre. Huang dijo entonces: “Maestro, mi alma es libre, pero mi estómago no se ha enterado de ello”. A lo que Tse-Liu lo despidió considerando el desnivel que había alcanzado el diálogo. Con el corazón dolorido, pues apreciaba la buena enseñanza que hasta entonces recibiera, Huang partió a ganarse el pan. Al cabo de unos años había prosperado grandemente. Tenía dos casas, tres hijos, cuatro granjas y una multitud de parientes y animales. Una noche de invierno golpearon débilmente a la puerta de su casa. El propio Huang abrió e hizo entrar a quien así golpeaba, un hombre al parecer de edad, macilento y cubierto de harapos. El hombre no vaciló y dijo: “Soy Tse-Liu y he venido a recibir las enseñanzas que quieren impartirme”.
RODOLFO MODERN
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