La Génesis


Esperó llegar a su choza para meditar sobre lo ocurrido. Solo y en silencio, no paraba de preguntarse qué era lo que Él quería. Trató de descifrar cuáles eran sus verdaderos sentimientos: ¿sentía celos de su hermano o sólo estaba disgustado por no haber podido complacerlo? De pronto, pareció entenderlo todo e inmediatamente comenzó a preparar lo que imaginaba sería su gran vindicación. Seleccionó el mejor ejemplar de los animales de su hermano, el más robusto y macizo de los portes. Esta vez no sería parte del sacrificio, sino un instrumento. No fue fácil darle muerte pero con suerte pudo hacerlo.
Cada vez que la quijada impactaba sobre la cabeza de Abel y la carne y las astillas del cráneo se esparcían por el aire, Caín olvidaba el amor que sentía por su hermano y recordaba la injusticia de su amo. No era quién para despreciarlo de esa forma y no importaba si para cambiar las cosas, para demostrar su insatisfacción con el orden que Él imponía, debía asesinar a la persona que más amaba. Después de todo, el fin siempre justifica los medios. Sin saberlo, había logrado la primera revolución.










.:

No hay comentarios.:

Data Fabularia:

Redacción: María Alejandra Atadía
Edición: El Elegante Oblongo

La Biblioteca Fabularia