Chuang Tzú soñó que era un mosquito, y se despertó sobresaltado porque en el sueño su exigua vida terminaba, y jamás había podido picar a nadie, y moría sin haber probado nunca siquiera una gota de sangre.
El mosquito soñó que era Chuang Tzú, y se despertó sobresaltado al verse sentado en su almohadón de seda china, leyendo plácidamente su libro favorito, a salvo por completo de los mosquitos y rodeado por el humo venenoso de los encendidos espirales.
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