Mi queja por el mal uso de la sinonimia en Español, o por qué decidí retomar el “Manual del Apicultor”.
Me comentaron hace unos días sobre un género nuevo en narrativa, algo que parece que se viene gestando y que todavía no ha tomado forma definitiva. Cierto sujeto que me comentó me lo presentó con entusiasmo, cosa que confieso me sorprendió bastante porque él no es afecto a las grandes lecturas ni a los largos debates literarios. No recordaba bien la denominación pero insistió en que se trataba de algo corto, de “lectura veloz” –como él mismo lo definió- y que más de una vez “te deja pensando”. Me pareció interesante, sobre todo si se trataba de algo corto porque yo tampoco tengo demasiado tiempo para casi nada. Sin saber definitivamente qué buscar, me puse a googlear la cuestión de géneros literarios. Recordaba que era algo de “mini”, y ni bien escribí “mini…” en el buscador, me saltó algo así como una miríada de posibilidades que me dejaron si no más confundido que antes, al menos dubitativo. Opté por la que me pareció más seria; la opción de “mini-relato” me pareció acertadísima. Leí entonces unas cuantas líneas que tenían que ver con lo conceptual del tema, sólo para descubrir que, unos minutos después, cuando por error caí en otra página, todo concepto y racionalización posible se me entremezclaba con el de “mini-cuento”. Pero no desesperé en esa instancia, pues todos hemos bien aprendido en la escuela “qué es un cuento”, y supuse entonces que “mini-cuento” sería aquello mismo que había visto en mis años de formación sólo que más corto. Pseudo-feliz por mi hallazgo léxico, más que literario (creí que acababa de encontrar sinónimos para denominar la misma cosa) me dispuse a leer uno cuando por obra del misterioso Mr. Microsoft apareció en mi pantalla la denominación de “nano-ficción”. Dudé por un segundo, pero inmediatamente asumí que se trataba de la escritura tipo grafitti (¿…?) por lo que la subestimé como género, pues bien aprendimos unas varias décadas atrás que el grafitti no es arte (¿…?). Sigamos, lo de “nano” podía entenderlo, pero lo de ficción enturbiaba un poco las cosas. ¿No se trataba de “cuento”, o mejor dicho “relato”? Y al hablar de ficción, ¿no se supone un hecho ficticio, es decir, que no es verdad? La Real Academia no echa muchas luces sobre esto, pero si interpreto ficción como ficticio estaría dejando afuera a unos cuantos textos (¿textos?) que podrían ser verídicos. ¿Es un texto por breve mentiroso? En ese punto ya no sabía bien qué estaba queriendo leer.
Para calmar un poco mi conciencia (siempre necesité denominar de algún modo todos los objetos alrededor) intenté convencerme de que todo este palabrerío respondía a la idea de “cuentito”, lo que me dejó feliz por unos instantes. Me topé casi inmediatamente con Borges y leí uno de sus cuentitos. “¿Es esto un cuentito?” me pregunté angustiado. Cuentito es la versión nocturna de Manuelita contada por mi abuelita en años de mi infancia. ¿…O era mini-cuento, porque lo contaba rapidito? ¿O era mini-ficción, porque no era verdad? ¿O era mini-relato, porque lo contaba y lo contaba y lo volvía a contar? ¿O se transformaba en nano-cuento/relato/ficción cuando era tarde y había que dormirse enseguida…?
“Claro,” me dije. “El de la denominación es un problema de los géneros nuevos.” Me dispuse a salir del brete semántico y casi sin querer caí en el histórico. Parece que lo nuevo no es tan nuevo, y que hubo unos y otros desde la edad de piedra y la invención de la escritura que se pasaron la vida escribiendo cosas cortitas y que, por supuesto, muy irresponsablemente nunca se preocuparon en rotular y nos dejaron el problema a nosotros.
Hasta ahora todo lo que he podido comprender es que mi sujeto amigo pretendía que leyera algo mini, amorfo, viejo, que genera controversia y que te deja pensando. La verdad, no he podido leer ningún ejemplar, y a esta altura ya ni pienso hacerlo; he vuelto a mi querido libro que desde hace tiempo reposaba en mi mesa de luz, Manual Práctico del Apicultor, a cuyas 500 páginas le temí durante tanto tiempo.
SILVINA VITAL
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