Brunfelsia australis, planta aborígen de América del Sur, nombre común: Jazmín del Paraguay, Solana Furiosa, Jazmín América.
Brunfelsia australis, arbusto perennifolio, de copa globosa, hojas alternas, simples, cortamente pecioladas; flores levemene cigomorfas y muy fragantes, de color violeta que cambia a blanco antes de desprenderse y caer, en lento vuelo espiralado.
No puedo decir con certeza cuándo percibí su ausencia. Como pasar de un continente a otro sin darse cuenta. Como cambiar de rostro, y no encontrarse más en el espejo. No sé si pasó de repente, o si fui yo que de repente comencé a extrañarla.
La Brunfelsia, como otras solanáceas sagradas, tiene flores, hojas, tallos y semillas tóxicas. Su penetrante fragancia induce estados alterados de conciencia, en los que no es infrecuente la alucinación auditiva. Como la datura ferox, es un poderoso mnemónico, que ayuda a rescatar eventos largamente olvidados y presentarlos a la conciencia con detalle y vivacidad.
Es inútil preguntar por ella en los viveros: la confunden con otras especies, o fingen ignorar su existencia. Los empleados de Parques y Paseos, todos jóvenes, me miran extrañados, creen que estoy loca. No sólo la han erradicado, también han extinguido su memoria. No figura en las taxonomías actuales; para encontrar su descripción, hay que consultar las viejas Historias Naturales, como la de Romualdo González Fragoso, en tres tomos con ilustraciones.
Pero eso no es todo. También la borraron de la Historia, de la literatura, y aún del cancionero popular. ¿Quién se acuerda del Jazmín del Paraguay que adornaba el jardín de Manuelita, cuyas flores aromaron el lecho donde tan brevemente gozaron Camila y Ladislao? ¿Qué impunes editores censuraron el recuerdo que Sarmiento dedica al Jazmín del Paraguay que en primavera embalsamaba el aire de la siesta, cuando las manos de doña Paula volaban por el telar? ¿Con qué aviesa intención se niega que eran jazmines del Paraguay los que lloraban de celos por la pulpera de Santa Lucía?
No es casual que la flor cuya fragancia insufla vida a los recuerdos perdidos haya sido minuciosa e implacablemente condenada a una extinción no sólo física. Poderosas sombras han decidido exonerarla de la memoria colectiva, porque han comprendido que, en manos del pueblo, el Jazmín América es un arma mil veces más efectiva que aquellas que promueven la destrucción.
Pero quien logró como yo escuchar la voz del jazmín en el silencio de la noche no olvida. Esa dulce aterciopelada voz sigue hablando en mi cabeza, y por eso busco, por eso recorro los caminos, me meto en las frondas, exploro las ruinas de los conventos y los patios de las posadas fascinada por un eco que me sigue hablando de aquéllo, de lo único que importa.
GRACIELA TOMASSINI
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