Fiasco y dolores de cabeza para el subcomisario Malatesta


Si llegó a contemplar las imágenes proyectadas por el cinematógrafo del Imperial o si sólo entró al edificio para refugiarse de alguna inclemencia invernal, ya nadie lo sabe. Pero la pieza es certera, auténtica, y perteneció a un hombre que lleva más de setenta años viviendo entre los muertos. Por eso las investigaciones condujeron todas las miradas al museo Pedro Ara, en Córdoba, despistando hasta al propio subcomisario Malatesta quien, convencido de haber resuelto el misterio del Hombre Sin Cabeza al encontrar el cráneo momificado de un viejo linyera, comenzó a gritar en frente de todas las cámaras agolpadas en las puertas del museo: “esto es para los que dudaban de nuestra sagaz y querida fuerza —la policial, por supuesto— y en especial para esos calumniantes refutadores que confunden a la sociedad con sus aporías dialécticas. Pobre Malatesta”. La misma caterva de pitagóricos debió encargarse de poner al uniformado en su lugar, explicándole que sólo había encontrado una cabeza sin cuerpo y no, como él pensaba, al Hombre Sin Cabeza. El subcomisario debió, por lo tanto, afrontar los vituperios y reprimendas de sus superiores y el error cometido le produjo —con la ironía característica que distingue al destino— alguna que otra cefalea.



SEBASTIÁN MANCUSO



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Data Fabularia:

Redacción: María Alejandra Atadía
Edición: El Elegante Oblongo

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