La investigación dirigida a desentrañar los misterios del ex Cine Imperial y del acéfalo sujeto que habita sus ruinas ha tomado en estos días un viraje cardinal hacia la zona Norte de la ciudad. Luego del papelón protagonizado por el subcomisario Malatesta (quien, en un súbito ataque de pericia investigativa y frente a todos los medios de comunicación, aseguró haber encontrado al tan mentado Hombre Sin Cabeza cuando en verdad, y para la vanagloria egocentrista de los pitagóricos refutadores, sólo había dado con la “cabeza sin cuerpo” de un pobre viejo embalsamado —ver nota aparte), aparecieron algunas pistas que indican la presencia de una criatura extraña cuyas características cefálicas parecen ser bastante particulares: se trata del ciruja cabeza de perro, una bestia andrajosa y hedionda con cuerpo de ser humano pero cuyo cráneo se parece a uno de los tres que posee el notorio can Cerbero.
Todos los datos sobre este croto cinocéfalo que deambula por las calles de Arroyito se han compilado a partir de los escuetos mensajes escritos en decenas de servilletas de papel que los investigadores han encontrado, tras previa denuncia del encargado del local, en las instalaciones del restaurante Bautista, cito en Avenida Alberdi y jotajota Paso. Los textos inscritos en las servilletas están firmados por una tal “Orden de los Sagrados Lupines” cuyo fundador, aseguran, no es nada más ni nada menos que el “Gran Maestre del Vermú con Fernet, soda y limón Minerva”, un viejo cliente taciturno del boliche. Tanto la supuesta existencia de un linyera concebido a imagen y semejanza del dios egipcio Anubis como los rumores difundidos por medio de siniestras servilletas olvidadas sobre las mesas del bar han consternado en primer lugar a la clientela del negocio y luego a todos los vecinos del barrio. Los feligreses se agolpan frente a las puertas de la parroquia Perpetuo Socorro para pedir ayuda ante lo que, consideran, sería el inicio del tan esperado Apocalipsis y ruegan que al menos el Juicio Final devenga para el año 2012, a fines de poder adjudicarse la hecatombe profetizada por los arrogantes astrólogos mayas. Sin embargo, los integrantes de la Orden que se congregan secretamente en el bar aseguran a través de sus mensajes que no hace falta ponerse tan teleológicos al respecto: el ciruja cabeza de perro es un buen tipo, que se sepa, aún no ha mordido a nadie. Sus fechorías consisten solamente en convertir a los chicos de la calle en perros callejeros con sólo mirarlos a los ojos o en cambiarles, mientras están durmiendo, el poxirrán de la bolsa por jugo de sueños. A partir de la prestidigitación practicada por el reo de rostro canino, los perros huérfanos van por las calles rompiendo bolsas para encontrar comida o siguiendo a los transeúntes en busca de alguien que los proteja sin dádivas ni limosnas, y otros chicos callejeros se tumban de noche en los umbrales para soñar con bicicletas que pululan estrafalariamente por el universo onírico de miles y miles de perros andaluces, rebanando a su paso rodajas de exquisito salame para comerlas luego con algunos pedazos de pan y queso sobre la superficie de la luna.
Por lo pronto, la cacería preventiva de cirujas y vagabundos que duermen, comen y viven en las calles ha comenzado, a lo que muchos linyeras han respondido agrupándose y consultando, en las bibliotecas barriales, algunos de los antiguos pasquines que solían redactar los viejos crotos anarquistas. La batalla de los muros está por librarse, pero en este clima de beligerancia no hay nada que temer, ya que no se contarán heridos: los vagabundos se muestran dispuestos a defender al ciruja cinocéfalo con una contienda retórica que involucrará a todos los habitantes de la comarca en calidad de inevitables lectores. La estrategia consiste en retomar las prácticas de aquel famoso linyera que supo dejar su marca en las paredes de la ciudad con pintadas y grafitis, y cuyo epíteto canino siembra sospechas en algunos. A esta altura, ya no faltan quienes murmuran por lo bajo la plausible conjetura de que Cachilo, el poeta de los muros, alguna vez habría sido perro.
SEBASTIÁN MANCUSO
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