Detrimento y degeneración en el Palomar
El hermoso Parque Independencia alberga preciados recuerdos de la infancia: la caminata a lo largo de la fuente del Jardín Francés, la vuelta en el Gusano Loco y en el Tren Fantasma, el paseo en bote por el laguito. Pero lo más ansiado era la visita al Palomar. Las miles de aves enigmáticas en ese edificio colosal resultaban simplemente una maravilla. Hoy en día, sin embargo, apenas si se ven algunos de estos ejemplares alados, la mayoría con renguera o un ala caída, e incluso hay quien dice haber visto uno con tres ojos. ¿Por qué la desdicha de estas cándidas plumíferas?
Veamos cómo explican este fenómeno algunos personajes rosarinos:
- Según un conocido concejal del PJ, “el socialismo no quiere aceptar que ha abandonado el cuidado de los parques y plazas públicas, especialmente del Palomar, uno de los emblemas de nuestra ciudad. Las condiciones deplorables del edificio lo hacen inhabitable, dejando así a cientos de pobres palomas sin techo.”
- El empobrecido vendedor de maíz instalado al lado del Palomar dirá que los rosarinos y los turistas prefieren disfrutar de paseos y mateadas a lo largo del río, terreno que antiguamente no era de acceso público, dejando así, sin alimento a las palomas, quienes han buscado refugio en otros lugares (se corre el rumor de que muchas confundieron la resonancia de las palabras provenientes de una cocina de la calle Italia con un trinar celestial y allí se instalaron).
- Sentado en un bar céntrico, con el cigarrillo en una mano y el pocillo de café en la otra, argumentará el en todas sus acepciones sobrio filósofo, que después de muchos años de cruza de ejemplares de la misma familia finalmente se ha producido la inevitable falla genética, responsable de esterilidad, muerte prematura y deformaciones.
¡Puras fabulaciones! Lo cierto es que las palomas, tras años de estudio del comportamiento humano, han copiado la que consideran la más eficaz de las estrategias de supervivencia: eliminar a los congéneres y obtener beneficios a través de la lástima y la presión social. Para conseguir lo primero, rastrean, saquean y rompen los nidos, destruyendo los huevos que encuentran. Aquellos pichones que, pasados por alto, logran desarrollarse tienen dos opciones: unirse a la banda desidiosa e inservible o huir (¿será por eso que van a la casa de esta amable señora?). Luego este grupo selecto, las matonas del Palomar, ensaya durante horas para el gran show. Apenas aparecen los primeros paseantes se meten en sus personajes y muestran sus destrezas, a decir, la renguera y el acto del ala rota. Incluso el tercer ojo tiene una explicación – bolitas de strass robadas de los vestidos de las novias y quinceañeras que se van a sacar fotos al parque. Apenados, los espectadores sacan sus billeteras para comprar una bolsita de maíz. Allí es cuando una revolotea alrededor de la cabeza de la persona haciendo caer alguna moneda, que será usada después para comprar una bolsa de pegamento para aspirar en la isla del lago, donde escuchan ruidos raros y se encuentran con un duende que las hace matar de risa con los chistes que cuenta.
Así que no se dejen engañar. Ni la política, ni las atracciones turísticas, ni la genética son responsables de la decadencia reinante. Las palomas, al igual que sus vecinos más evolucionados, no son inocentes y boludas, como muchos creen, sino que se hacen, y muy bien les sale.
MARÍA MARTA REPETTO
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