Ailín mira una pila abandonada de platos sin lavar. Recolecta confort.
Ailín, en mapuche, significa "río que canta". Vivir la frescura no se parece a una pileta sucia.
Para el mundo europeo, superponer vajilla engrasada es tan malo como ubicar la felicidad por sobre el trabajo; hay que limpiar.
Pero Ailín, en cambio, observa la torre extasiada: intervenir sería como considerarse fuera del cuadro sintiéndose parte de la humanidad pero no del universo.
Ailín rechaza el ocultamiento como virtud, lo siente hipócrita. Sus antepasados deformaban los cráneos de los bebés para que crecieran sin perfil y hablasen con los dioses siempre de frente, sin guardar nada para sí.
CELESTE GALIANO
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