Invocación preliminar
Viejo río, padre de los peces,
de vos vengo y hacia vos fluyo,
río yo de sombras
o de ojos abiertos…
Informe
1. Toda ciudad tiene sus áreas confusas, donde el légamo y la oquedad reemplazan al asfalto. Siempre lo supimos: así como otras ciudades se asientan sobre los proliferantes túneles de gigantescos hormigueros, Rosario está construida sobre una Boca de Tiempo. ¿Fue casualidad u obra de insanía trazar su planta sobre lugar tan poco propicio a la edificación y al ajetreo urbano? Los ciegos constructores fueron asentando sobre las barrancas del Paraná sus frágiles colmenas, sin estudios de factibilidad ni cálculos de resistencia.
Año tras año, el cemento y el portland fueron cubriendo la Boca de Tiempo, pero de vez en cuando ella sacude la máscara rígida de la civilización con un bostezo, fatal en vidas y hacienda.
2. Historia
Dicen algunos constantes vigías de la memoria (quedan pocos) que en tiempos de los chanas y los timbúes un meteoro de regulares dimensiones cayó en el área donde después se irguió un gigante reverenciado y aborrecido por igual número de fieles de una religión olvidada. La magnitud del evento celeste desvió el curso del Paraná cuyo cauce principal bordeaba la costa entrerriana, proyectándola hacia la orilla occidental. Como recuerdo del antiguo lecho, la margen izquierda se quiebra en un mosaico de islas y se pierde en una llanura acuosa donde proliferan espinos y cañas bravas.
3. Indicios
Cualquiera puede observar, mientras navega desde la isla del Espinillo hacia la costa rosarina, que la barranca está cribada de pequeñas oquedades, fácilmente confundibles con cuevas de carpinchos o caños de desagüe. Menos probable es que el casual observador advierta la inestabilidad del número y posición de estos ojos que se abren en el haz de la barranca, o se cierran como flores solares, en la penumbra malva del crepúsculo. Trasnochados astrónomos afirman que se trata de entradas a canales de conexión multiuniversal cuya apertura es impredecible, al menos en el estadio actual de sus investigaciones.
4. Otros indicios
Todo desarrollo urbano combina dos patrones de crecimiento: uno horizontal y centrífugo, otro vertical y estratificado.[1] Según el primero, nuevos barrios periféricos van surgiendo como metástasis a la vera de las rutas; por obra del segundo, los cimientos de nuevas edificaciones se asientan sobre los muros aún aprovechables de antiguas casas abandonadas, cuyas habitaciones ahora selladas por la densa cubierta de hormigón armado conservan todavía intacto su moblaje, las polvorientas cortinas, las ostentosas luminarias ahora ciegas, y hasta los retratos en sepia de rígidos moradores con ojos espantados que naufragan en la húmeda tiniebla.[2]
De vez en cuando, esforzados conservacionistas acceden a puestos de decisión en la Dirección Municipal de Arquitectura y Planeamiento Urbano y entonces la pala mecánica, con precisión de mayeuta, rescata del olvido algún frente de ladrillos rojos, algún patio de adoquines gastados donde duermen ecos de palabras y músicas olvidadas, para convertirlos en postales de atracción turística.
Muy raramente, sin embargo, surgen a la luz los estratos inferiores, hundidos en el légamo y aferrados como lapas al corazón rocoso de la corteza continental.
5. Testimonios
Un puñado de historias circula de boca a oído entre los viejos moradores del barrio de la Florida, como arenilla que el viento del este dispersa por los recreos de la costa, sobre los patios sombríos donde matean las comadres, a lo largo de la hilera de puestos donde los pescadores venden su diaria cosecha.
La desgarradora historia de Lucio Donadío, el Hijo de Nadie, único sobreviviente del naufragio de La Ogra del Río, rescatado por las Lagartijas y amamantado por ellas hasta la edad de la razón.
El extraño encuentro de Ulisa Arto con su abuelo el Inmigrante en una trattoría romana, a la que dijo haber llegado remontando una Boca de Tiempo.
El descenso a los Infiernos de Cata Basso, abducida por un Emisario que exhibía las señas particulares del cantante de rock Norberto Napolitano.
La inexplicable multiplicación de Juan Nicola, quien habiéndose perdido en el laberinto de túneles que cunde en las entrañas de la barranca, emergió simultáneamente en ocho Bocas de Tiempo: ocho Juanes un poco más flacos y pálidos que el original, todos ellos con los estómagos desgarrados por un hambre canina.
La reencarnación retrógrada de Bárbara Pafundi, atrapada durante una década en el dédalo intrarrosarino y devuelta como Petra, la mujer pantera. Sin embargo, el barrio de Pichincha ya estaba copado por las parrillas temáticas y los shopings.
6. Hipótesis
a. Hay un espejo subterráneo, al que conducen los túneles de la Boca de Tiempo. Probablemente no sólo uno, sino dos, dispuestos según el modelo del telescopio newtoniano. Las transformaciones ocurren en algún punto del trayecto de la luz de una superficie reflectiva a la otra. Problema: ¿quién instaló los espejos?
Hipótesis secundaria a’: Si se trata de espejos líquidos, [3] el lento y paciente azar, cuya mano izquierda ignora lo que la derecha de la historia borró con el codo.
Hipótesis secundaria a’’: No son líquidos, y constituyen el fragmento remanente de un vasto proyecto emprendido por los Atlantes en la etapa áurea de su civilización, según lo sugiere Athanasius Kircher en El mundo subterráneo: “Sepultado el continente en las profundidades de la fosa atlántica, hemos perdido irremisiblemente la posibilidad de comprender los fragmentos aún subsistentes de una ingeniería cuyos fundamentos y propósitos ignoramos.” (1659, II, 56: 3)
b. Hay un agujero de gusano, que comunica con Universos Paralelos, donde otras Rosarios trajinan a orillas de otros Paranáes, cada una igual a las otras, excepto por una mujer, un árbol, o el color de una esquina.
7. Contra-hipótesis.
No hay espejos, no hay agujeros de gusano, sólo las graderías del Tiempo, y sus molinos.
Graciela Tomassini
NOTAS:
[1] En el plano visible, la ciudad coloniza el aire, crece para arriba, insiste en ocultar el cielo, desalojando su perpleja fauna, los pájaros que emigran hacia regiones cada vez más enrarecidas de la altura.
[2] Los colonizadores del cielo no saben sobre qué lecho descansan sus moradas verticales, pero confían en el poder de la mirada, que juzgan prerrogativa suya. Miran y constatan, pertrechados en la altura. Dicen: “Mirá, ahí van las lanchas de los pescadores.” Dicen: “Ah, la crecida se comió la playa en la isla, el agua oculta los pilotes de las chozas.” Dicen: “Qué lindos fuegos artificiales. Si extendemos los brazos nos quemaremos. Cuánta gente se ha congregado en el parque a contemplar el cielo florecido. Cuánto refriegue de cuerpos, con este calor, parecen hormigas. No, hormigas no, que andan en fila, trabajando. Parecen más bien larvas merendando despojos.” Cómo se gozan en el mirar, los colonizadores del aire. Cómo confían en la agudeza de sus ojos.
[3] Posiblemente, filtraciones de aguas mercuriales, provenientes de la minería fluvial. Como se sabe, después de la fundación del fuerte Sancti Spiritus y antes de partir aguas arriba en pos de la ilusión de la Sierra de la Plata, Sebastián Gaboto encomendó a Gregorio Caro que dragase el lecho del Paraná en busca de oro. Éste pretendió utilizar a los carcarañáes como mano de obra esclava, pero éstos se negaron a lastimar el vientre del Padre de las Aguas. Los españoles utilizaron mercurio para la obtención del oro. Indignados por estas prácticas contaminantes, los dueños de la tierra dispusieron del fuerte de la manera que mejor les cupo.
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2 comentarios:
Quiero afirmar mi adhesión
inclaudicable a la investigación sobre la Boca de Tiempo en la que, al
parecer, se cimientan los basamentos de esta ciudad. Texto excelso el
de GracielaT. A falta de pretextos, lo tomo como postexto: yo he sido
víctima el pasado fin de semana —y sospecho que antes también— de ese
vórtice siniestro. Y no sólo eso. Presiento que, cual volcán
desenfrenado o Vesubio ribereño, es posible registrar una gran
actividad en la Boca de Tiempo.
Por lo pronto, permítanme confesarles que mis días ya no parecen tener
veinticuatro horas.
Saludos a todos,
Mr. SMancuso
La Comunidad Científica en su conjunto se confiesa y revela la existencia de un universo paralelo, con otra Rosario de otro mismo Paraná con otra misma barranca, poblada de otros mismos rosarinos (que casualmente también investigan sobre su propia boca del tiempo...). Cabe mencionar que la hipótesis de la presencia del agujero de gusano ha sido descartada hace varias décadas, y que estaríamos a punto de confirmar que la presencia de al menos dos Rosarios responde a la existencia de espejos líquidos fluyendo por los estratos subterráneos del globo. Un nuevo interrogante surge ahora respecto del original y su proyección; puede que nuestra existencia toda sea el mero reflejo de alguna otra, de una original, idea a partir de la cual se vislumbra también una estafa sostenida y sistemática desde el plano religioso-teosófico -no podríamos reconocernos como seres portadores de almas individuales, únicas e irrepetibles si hemos de ser sólo copias, reflejos infames de otros "yoes". La Comunidad Científica está avocada ahora a descubrir el misterio del original y la copia...
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