Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto por el cual todo podría transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano. Hasta luego, querida. Que te vaya bien.
Julio Cortázar Historias de Cronopios y de Famas
Suena el despertador, salto de la cama, me lavo los dientes y arranco el viaje. La calle atiborrada de autos, Rosario está quedando cada vez más chica. Una patente conocida, o no, a las ocho de la mañana todo es conocido y a la vez extraño. REP415, república, reptil, Revolución Empresarial contra el Proletariado. El auto de adelante acaba de clavar los frenos y yo detrás de él. Pienso en lo bien que me funcionan los reflejos, un segundo más tarde y habría chocado.
Llego a la oficina, las mismas gentes, los mismos problemas, las mismas tareas de siempre. Las nueve horas que parecían eternas se mueren, tal como se murieron ayer, la semana pasada, el año pasado. Pienso que después de todo no es tan malo, todo sea por ganarse el mango. Y con los despidos que hay, uno debería trabajar contento, hasta dando gracias a Dios.
Busco nuevamente el auto, siento el alivio obligado de haber terminado la jornada. Enciendo la radio, me rio con el programa que me acompaña hasta mi casa, ¡estos tipos son tan ocurrentes! Como hoy no tuve clases, y pude volver temprano, pienso en cómo aprovechar el tiempo. Tiempo, dícese del tesoro más preciado que se rige bajo la lógica de la regla de tres inversa: a mayor ocupación, menor tiempo.
Escarbo en el freezer y encuentro algo para cocinar. Si todo sale bien hoy sorprendo a mi marido. Es que el matrimonio es como las plantas, hay que regarlo todos los días. Apago el televisor. Siempre es conveniente utilizar el momento de la cena para la charla, la comunicación es un valor agregado en la pareja. Levanto la mesa y pienso en lo afortunada que soy por haber encontrado un hombre tan compañero.
Me dispongo a dormir, cierro los ojos, me ubico de costado, flexiono las piernas; las manos juntas, entre la mejilla y el colchón. Una presión constante sube desde el tórax hasta la garganta. Abro lentamente la boca y allí se escapa un enorme suspiro reconfortante. ¡Si Dios quiere mañana también va a salir todo bien!
EVELINA RIVA
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