Un mal hombre, seguramente. Un extranjero que ni siquiera habla bien el castellano. Cómo pudo una chica como ella meterse con un tipo así. Yo la crié bien, como una señorita. Malaprendidas son, porque educadas fueron, y bien. Todas iguales, hoy en día. Locas. Callejeras. Arrastradas. Se van detrás del primer pantalón. Qué suerte tiene usted, decía mi suegra, yo tres varones, y si me hubieran vivido todos, habrían sido seis. O siete. Usted de primera intención se tuvo la nena, para que la acompañe, para que la cuide en la vejez. Pobre vieja, qué se iba a imaginar. Era tan linda, me paraban por la calle, qué linda la coloradita. Y ahora con ese tipo que come carne cruda. Sí, ¿no supo usted? Cuando le serví las albóndigas dijo deje nomás, tráigame la carne cruda y la pimienta. Caníbal debe ser. Tal cual. No me extrañaría si le pega. Y bueno. Ella se las buscó. Ella es la que va a salir perdiendo. En boca de todos. Bandera de combate. Porque es la mujer la que pierde. Dios es testigo de que yo la crié bien. Con la frente bien alta iré. Si hablan, que hablen de ella, no de mí. Nada de qué arrepentirme. Siempre así, clarito, como dos y dos son cuatro, lo que es blanco, es blanco. Y aquí no entra más. No la conozco. No es mi hija.
En silencio, mecánicamente, le dio la pastilla de la noche con un vaso de agua. Le abrió la cama y la acostó. Después, buscó el vaso y arrojó el resto del agua al inodoro. Lavó bien, con detergente y cloro, todos los utensilios. Mañana, a primera hora, se descartaría del frasco en el volquete, antes de que pasara la recolección. Se fue a dormir, pero esta vez no pudo rezar el rosario.
GRACIELA TOMASSINI
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1 comentario:
Libre fluir de la conciencia, liberador fluir de la conciencia, liberación en el fluir de la conciencia. Las letras, siempre las letras, que dejan rastro y dan testimonio de las penas ocultas...
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