El hombre pájaro


Todo es desde los ojos
y todo ojo:
sueño de espejos;
en el filo de la pupila
descubrirás el borde
y en cada bisel
la aguda punta:
vos mismo:
el filo.

Daniel Mourelle


La -Mujer -que -no -Tenía -Nada -que -Contar sacó de la cartera los anteojos y dijo:
– Te voy a leer un cuento.
Ivi, empecinado, se los quitó de un manotazo. -No: contame.
- ¿Y qué te voy a contar? Sólo sé leer.
– Contame del Hombre Pájaro.
– No era un Hombre Pájaro. Sólo quería serlo.
– Si quería, ya lo era. Contame.
– Sólo sé que subió a la terraza, con esa capa deshilachada, llena de agujeros.
– ¿Como la de Batman?
– No, tenía plumas cosidas con hilitos, y se había atado a las muñecas los extremos.
– ¿Se juntó gente a verlo volar?
– Era un ensayo, en realidad.
– ¿Y vos, cómo supiste?
– Porque estaba mirando la luna. Vos sabés cómo miro la luna los viernes.
– Entonces era viernes. Ahora me explico.
– Sí, desde mi balcón lo vi, recortado contra la cara de la luna.
– ¿Y cómo hizo para volar?
– Primero silbó un tanguito. Después se tomó un vaso de naranjada.
– ¿Y ahí tomó carrera?
– No pudo, la terraza es chica, y encima está llena de tendederos.
– Pobre...
– Parecía que bailaba, pero sin pareja, abrazando el aire.
– ¿Y ahí nomás se elevó?
– Fue como un revoleo de la capa, como si los brazos del aire lo llevaran.
– ¿Fue muy lejos? ¿Voló alto por el cielo de la noche, sobre las azoteas con ropa tendida?
– Una voltereta nomás, un par de pasos aprovechando la corriente de viento caliente que sube de los acondicionadores que dan al pozo de aire y luz.
– Pero voló. (Ivi estaba empecinado)
– Voló, Ivi, voló.



GRACIELA TOMASSINI





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Data Fabularia:

Redacción: María Alejandra Atadía
Edición: El Elegante Oblongo

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