Retrato


     Bastó con deslizar el primer trazo para imprimirle ya la personalidad. Es cierto que un solo trazo no alcanza, pero comencé a verlo acabado desde el principio. Quizás por mi necesidad de reencontrarme con el amigo de mis luchas, el mismo que ha quedado plasmado en la historia.
     El segundo trazo fue descendente y cóncavo, acaso sin respetar las leyes de la gráfica, que casi nunca permitirían el dibujo no planificado y sin cálculo, a ojo y sin ejes guía. Pero el lápiz avanzaba sólo y de memoria, creo, en honor a los años y a las guerras cabalgadas.
     El bosquejo general del cuerpo se cerraba en las extremidades, firmes y seguras, que proyectaban la visión de un paso altivo y especialmente vigoroso.
Los detalles de la cabeza y el cuello no podían ser menores, las crines, pasivas y durmientes, darían la idea de un espíritu manso, tranquilo; mi pura sangre persa debía tener aún en su retrato, las crines al viento, pues no he conocido espíritu más libre, más elevado, y más veloz que el de mi poderoso Janto.
     Continué por los detalles del hocico y la boca, y me detuve unos segundos, con culpa quizás. Aún recuerdo la voz de mi corcel, en discusión por mis reproches. Nadie mejor que él para evitar la muerte de Patroclo, yo insistía, pero ya era tarde y todo quedó al fin envuelto en la duda.
     La imagen del corcel estuvo casi lista. Las últimas líneas fueron mi canto de devoción y de tristeza por la pena de mi esencia mortal y la distancia que ahora nos separa.


Una ráfaga sopló sobre el retrato y le imprimió la energía de Bóreas. Elevó al alado y yo suspiré en alivio y redención, en paz por la fidelidad de mis líneas.








SILVINA VITAL







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Data Fabularia:

Redacción: María Alejandra Atadía
Edición: El Elegante Oblongo

La Biblioteca Fabularia