Aporte Batracio


Diversas historias se cuentan sobre el tanque de agua de Barrio Acíndar. Hay quienes sostienen que fue colocado por un ingeniero desocupado que imaginó una salida económica en una actividad tan absurda como la cría de batracios. Otras voces un poco más paranoicas susurran que el tanque es en realidad una torre de vigilancia comunista construida durante la Guerra Fría y afirman haber escuchado palabras rusas en sus alrededores. Un grupo de buscadores de lo paranormal, que jura sin demasiada convicción estar en lo correcto, defiende la teoría de que dicha estructura alberga una criatura siniestra a la que llaman Sepenote. Dicen estos sabios de dudosa instrucción que el Sepenote sólo puede sobrevivir si su piel está completamente mojada y por lo tanto sólo abandona el tanque bajo lluvias torrenciales. A la criatura se le adjudican las desapariciones de mascotas varias, unas cuantas máquinas de cortar pasto, un enano de jardín e innumerables bolsas de carbón. Los investigadores argumentan que la abominación se alimenta de todos estos elementos, aunque las viejas del barrio atribuyen estas desapariciones a unos cuantos vecinos inescrupulosos. Según el criticado Carlos H. Fuerte, bibliotecario de la zona con aficiones ocultistas, el Sepenote es el producto de un intento fallido de aquel ingeniero en bancarrota. Desesperado por crear una nueva variedad de rana comestible, el profesional desocupado desarrolló un engendro torpe y espantoso que al cobrar vida se comió instantáneamente a todos sus congéneres. Aterrorizado, el creador huyó a una ciudad vecina para no regresar jamás. Si bien la versión de Fuerte ha recibido críticas despiadadas, casi todas apuntadas a una imaginación exagerada y un absurdo deseo de reconocimiento, los habitantes de la región son reacios a salir durante las lluvias y los más supersticiosos suelen llevar un trozo de carbón en el bolsillo cuando abandonan su hogar en días nublados.





JAVIER GÓMEZ





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Data Fabularia:

Redacción: María Alejandra Atadía
Edición: El Elegante Oblongo

La Biblioteca Fabularia